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Protesta oficial contra el Tratado de Anexión de las Islas Hawaianas

Entregada por Lili‘uokalani en Washington D.C.

17 de junio de 1897

Yo, Liliuokalani de Hawai, por voluntad de Dios, designada heredera forzosa, el décimo día de abril del año 1877 D.C., y, por gracia de Dios, Reina de las Islas Hawaianas, el decimoséptimo día de enero del año 1893 D.C., protesto, por la presente, contra la ratificación de un cierto tratado, que, como informada he sido, los Sres. Hatch, Thurston y Kinney han firmado con la intención de ceder nuestras Islas al territorio y al dominio de los Estados Unidos de América. Declaro que un tratado de tamaña significación representa una ofensa en contra de nativos y naturalizados de la soberanía hawaiana, un ultraje de los derechos de los jefes reinantes, una violación de los derechos humanos tanto para mi gente como para las naciones amigas con quien ellos han firmado pactos, la perpetuación de una estafa que no persigue un fin más vil que el derrocamiento del gobierno constitucional y, en definitiva, una flagrante injusticia contra mi persona.

Porque las protestas oficiales de mi puño y letra, el decimoséptimo día de enero del año 1893, presentadas ante el Gobierno Provisional, llevaban mi rúbrica, y fueron recibidas por ese mismo gobierno, que dio su palabra de honor de que el caso se enviaría a los Estados Unidos de América para someterlo a mediación.

Porque esa protesta y mis comunicaciones con el Gobierno de los Estados Unidos, en la inmediatez sucesiva de los hechos, declaran, abiertamente, que entregué mi potestad a las fuerzas armadas de Norteamérica en pos de evitar una masacre, y que reconocía la nimiedad de un enfrentamiento con tan imponente potencia.

Porque el Presidente de Norteamérica, la Secretaría de Estado y un emisario de sus filas declararon, al unísono, en documentos oficiales, que mi gobierno fue sometido, con total ilegitimidad, a la opresión de las fuerzas, tanto diplomáticas como navales, de los Estados Unidos y que, a la fecha de sus investigaciones, yo conducía a mi pueblo como su Reina.

Porque ni a la comisión ya mencionada por mí ni al gobierno que encomendó su envío, los votantes registrados de Hawai les confirieron, alguna vez, autoridad alguna, sino que obtienen sus supuestos poderes de un comité que se hace llamar de “seguridad pública”, creado el decimoséptimo día de enero del año 1893 o circa esa fecha, de un comité que está conformado, en su gran mayoría, de personas que alegan la ciudadanía estadounidense y de ni siquiera un hawaiano que sea miembro de ese organismo o que haya participado, de algún modo, en el proceso que demuestre su existencia.

Porque mi pueblo, con un número cercano a los 40 mil habitantes, no recibió consulta alguna por parte de esos 3000 colonizadores, que se creen con derecho de destruir la independencia de Hawai. Mi gente representa el 80% de los votantes de Hawai habilitados legalmente y, sin incluir a los extranjeros que migraron por la demanda de trabajo, cerca de la misma proporción de habitantes.

Porque un tratado de este tipo no entiende, no sólo de los derechos cívicos de mi pueblo, sino, peor aún, de la propiedad hereditaria de los jefes. De los 16.187 km2 de territorio que esta “equitativa alianza” propone anexar, 4046 km2 o 3702 km2 no han sido reconocidos, al presente, más que como propiedad privada de la monarquía constitucional, por lo que no recibirán un trato diferencial del que se les otorga a los recursos de un estado privado.

Porque un tratado de esta naturaleza propone confiscar propiedad hawaiana, una propiedad que, técnicamente, se conoce como las tierras de la corona; que posee propietarios legales, ya sea en el presente o en sucesión; que nunca se la considerará como estado; y cuyo título, que poseo de forma legítima, al presente, nunca se ha discutido.

Porque un tratado como éste ignora, no sólo todo tipo de manifestación de amistad y de buena fe sempiternas que los Estados Unidos les hayan jurado, en acuerdos anteriores, a los soberanos representantes del pueblo de Hawai, sino todo pacto que nuestra gente haya firmado con terceros y con potencias amistosas, considero que nos encontramos en presencia de una violación de las leyes internacionales.

Porque, al negociar con las partes que alegan, en este momento, tener el derecho de cesión de nuestras tierras hawaianas, el Gobierno de los Estados Unidos recibe las comarcas de manos de representantes cuyos propios magistrados (funcionarios elegidos legalmente por el pueblo de Norteamérica y en pleno ejercicio de sus deberes en 1893) han hecho del fraude y de la inconstitucionalidad un medio para declararse como autoridad de Hawai.

Por consiguiente, yo, la Reina Liliuokalani de Hawai, por medio de la presente, insto al Presidente de esa nación, a quien yo, por voluntad propia, le cedí mis tierras y mi autoridad, a abolir el tratado de anexión de las Islas Hawaianas a los Estados Unidos de América. Asimismo, le ruego al honorable Senado de los Estados Unidos que no considere la ratificación del tratado y le imploro al pueblo de esa gran y generosa nación, de quienes mis antepasados adoptaron la religión cristiana, a que actúe de soporte de sus representantes en todo acto de justicia y de igualdad, de modo que coincida con los principios de sus padres, y encomiendo mi causa al Soberano Todopoderoso del universo, que juzga con justicia.

Redactada en Washington, Distrito de Columbia, Estados Unidos de América, el decimoséptimo día de junio del año mil ochocientos noventa y tres.

Liliuokalani

Joseph Heleluhe }

Wokeki Heleluhe } Testigo de la firma.

Julius A. Palmer }

Translated by: Alberto Fascie